Los sistemas de seguridad por humo impiden la visibilidad en apenas 15 segundos.
Un plan aparentemente sencillo: romper o forzar la entrada, entrar en el local, llevarse la mercancía más valiosa y salir a la carrera con el botín. El mayor contratiempo, una alarma estruendosa que avise al dueño y a la policía de que están robando, pero que no afecta a la estrategia urdida. Sin embargo, los ladrones no cuentan con que no es solo un pitido molesto. De repente, un chorro de humo que sale del techo empieza a inundar el comercio. Al principio, parece una seta de una bomba atómica. A los pocos segundos, copa cada rincón de la tienda. Y a los 15, los cacos están completamente sepultados y atrapados por la niebla. Las personas y el mobiliario se convierten en siluetas totalmente difuminadas, imposibles de diferenciar a menos de un palmo de distancia.