Detectives privados: el origen.

Conocemos a los detectives privados desde mediados del siglo XIX, inmortalizados como sesudos analistas que resuelven casos de creciente complejidad. ¿Sus armas? Su insólita capacidad de deducción, una frialdad analítica a prueba de los más insondables misterios y una curiosidad insaciable. Se llamaban Auguste Dupin y Sherlock Holmes y, gracias al genio literario de Edgar Allan Poe y Arthur Conan Doyle, dieron carta de naturaleza al género detectivesco. Pero no surgieron de la nada: se miraban en el espejo de detectives reales como François-Eugene Vidocq, que pasó de famoso criminal a jefe policial, hasta que en 1827 se convirtiera en el primer fundador de una agencia de detectives privados […]

 

Para José Luis Ibáñez, habituado a las argucias detectivescas como periodista, guionista y novelista, la de los «ojos privados» españoles es una historia incompleta, casi desconocida antes de los años 50. Ante la escasez de información sobre los Vidocq, Pinkerton y Burns españoles, se lanzó a seguir la pista de los pioneros de la profesión en nuestro país aprovechando la digitalización de archivos, sentencias y prensa de la época. «Como en las películas en las que van avanzando por la selva apartando la maleza», admite Ibáñez por teléfono, «encontré un maravilloso valle escondido: una profesión con unos personajes que parecen salidos de la ficción y casos que hoy día serían inviables para cualquier detective […]”.

 

Lee el artículo completo aquí: El verdadero origen de los primeros detectives.  

 

 

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