Hace unos meses, cuando superábamos la primera ola de esta terrible pandemia, me atreví a escribir en esta misma revista un artículo en el que criticaba a las instituciones y autoridades del Estado, por el olvido, a mi juicio intencionado, en el que habían dejado el reconocimiento público a la labor que desarrollaba el sector de la seguridad privada en apoyo y refuerzo de las medidas adoptadas en cuanto a limitación de derechos y libertades por el COVID19.
Ignoro si, esos políticos a los que me refiero, leyeron mi artículo o simplemente aparecieron en prensa tan solo unos días después por iniciativa propia, pero lo cierto es que se produjo un cierto cambio en sus manifestaciones e iniciaron un cierto reconocimiento social al importante trabajo que los miembros de la seguridad privada desarrollaban por aquel entonces y que han continuado haciendo de forma persistente desde entonces.
En un caso sería una buena noticia confirmar que esta revista es leída, además de por los suscriptores habituales, también por grupos especializados en la recogida de información sensible que trasladaron a ese estamento político e institucional, esta problemática. En el segundo de los casos, también sería muy positivo que, a motu proprio, hubieran sabido de la necesidad de participar públicamente en ese reconocimiento, al igual que hacían con los médicos, las enfermeras, la policía, etc.
Cierto es que el profesional no trabaja en función del reconocimiento social de su trabajo sino que lo hace por responsabilidad y por profesionalidad, pero también es cierto que la motivación viene de la mano del reconocimiento y que es fundamental para todo trabajador incrementar ese sentimiento de utilidad. Se trata de sentirse útil y necesario, se trata de saberse importante en el engranaje social que permita el desarrollo de la convivencia humana en paz y en armonía, se trata, en suma, de sentirse reconocido y apreciado.
Ahora, el devenir de los hechos, nos aboca a una segunda ola que puede ser mas virulenta que la primera puesto que a la problemática económica se ha unido la brecha social que manifiesta una cierta disconformidad con diversas medidas que ha adoptado y que debe adoptar nuestro Gobierno.
La evidente preocupación por la salud y por la economía, factores éstos que primaron en la primera ola de la pandemia, han dejado ahora cierto espacio a la queja social y a la manifestación pública de unas reacciones populares (a veces populistas) de carácter violento y poco conciliador.
Quizás haya faltado tacto político en la toma de decisiones, quizás haya faltado contundencia en las acciones y propuestas de combate contra la COVID, quizás haya faltado mayor valor en las personas que debían adoptar respuestas o soluciones, quizás, quizás, quizás, pero lo cierto es que nos encontramos metidos en una segunda ola que vivimos, si acaso, de una forma mucho más cercana pero ante la que ya no hay tanto consenso en los medios a utilizar para vencerla.
Y en medio de esa problemática, en medio de esos dimes y diretes, en medio de esos vaivenes de nuestros representantes políticos, volvemos a encontrar a un colectivo que no ha protestado en ningún momento, que no se ha opuesto en ningún momento, que no ha manifestado disconformidad ni con las formas ni con los fondos, y todo ello para contribuir, con su trabajo y perseverancia, al bien de la seguridad pública y privada, aportando su granito de arena en el intento de consecución de esa añorada estabilidad social.
Es por ello por lo que se hace necesario expresar con la mayor repercusión posible, que cada uno de los miembros del sector de la seguridad privada es consciente de su responsabilidad y de la importancia de su trabajo, habiéndose sabido adaptar a las nuevas exigencias laborales llevando a cabo, no ya solo las atribuciones de su función diaria, sino también las relativas a las restricciones originadas por esta pandemia.
Los servicios de seguridad de los hospitales son una clara muestra de este comentario, la mayoría, la inmensa mayoría de estos puestos laborales, se encuentran subcontratados con empresas de seguridad privada que han sabido trasladar a sus empleados, la importancia de su labor y la necesidad de llevar a cabo controles restrictivos que apoyen a la propia labor de protección que ya se desarrollaba. La ausencia, aunque siempre habrá excepciones, de altercados e incidentes de gravedad en esos lugares, tan concurridos y con tanta insistencia humana por ser atendidos cuanto antes, pone en realce la labor desarrollada diariamente por los miembros del sector encargados de esa función.
Pero también hay que reseñar y destacar, la fundamental labor desarrollada en cualquier centro o actividad por nuestros compañeros del Sector, ya sea en los controles de acceso, en las revisiones rutinarias, en el control de aforos, en la aplicación de las medidas de protección de la salud (toma de temperatura, exigencia de mascarilla, disposición y utilización de geles hidroalcohólicos, etc), en el mantenimiento de la paz social en el interior de los bienes cuya protección tienen encomendada, en la mentalización y sensibilización del resto de personal, así como de los clientes y usuarios de esas instalaciones, etc. Todas estas funciones así como otras que se me escapan para no extenderme en demasía en este artículo, deberían obligar a plantearnos la imperiosa necesidad de que los miembros del sector de la seguridad privada sean nuevamente reconocidos, no ya solo por las autoridades, políticos y policías, sino también por la sociedad en general. Y ello, porque estamos contribuyendo de una forma decisiva en la lucha contra esta pandemia, aportando profesionalidad, responsabilidad y, sobre todo, trabajo eficiente y efectivo.
Por eso, pido desde esta especie de tribuna que me facilita esta revista, que el Ministerio del Interior, opte por llevar a cabo el mayor reconocimiento posible en nuestra legislación, a nuestro sector y estudie la fórmula que deba seguir, no ya solo para reconocer individualmente pero sin limitaciones numéricas, a los miembros del sector de seguridad privada que lo hayan merecido por su contribución en esta fase social en la que nos encontramos con la entrega de menciones de carácter honorifico que estipula nuestra legislación, sino también la concesión a nuestro sector, en conjunto y sin individualidades que originen tensión, dolor o reticencias, del reconocimiento social y legal que otorga la concesión de algún tipo de las medallas que el legislador o el político tienen la facultad de conceder.
Sería un hecho de gran repercusión que podría contribuir decisivamente a que nuestra sociedad incremente los niveles de conocimiento y de reconocimiento hacia nuestra labor, amén de que la trascendencia mediática de una acción de este tipo, atribuida a un Sector laboral como reconocimiento a su labor durante la pandemia pero con carácter general, sin partidismos ni influencias interesadas, sin individualidades y sin protagonismos políticos, puede llevar aparejada una motivación extra para toda aquel trabajador que forma parte de este colectivo.
Ojalá, lean o les trasladen este escrito y ojalá, al menos, lo tengan en consideración y estima.
Podrán decir que no es el momento, pero lo cierto es que ya lo han hecho con otros colectivos, porqué no con el nuestro?
Y si hay que esperar, esperaremos pero que no se nos olvide, por favor.