Criminal, ¿nace o se hace?

La cuestión de si los criminales nacen o se hacen ha sido motivo de intensos debates a lo largo de la historia, involucrando diversas perspectivas que abarcan explicaciones biológicas, psicológicas y sociales. Entender el por qué las personas hacen lo que hacen, y en este caso los criminales, es de gran ayuda a la hora de saber mejor cómo detener a estos individuos y como actuar cuando supongan una amenaza. Existen diversas teorías, y es muy probable que, con la evolución que se sigue experimentando en muchos ámbitos científicos, sigan aflorando más en los próximos años, pero las tratadas en este artículo son las más relevantes desde que se empezase a estudiar el fenómeno criminalista en el siglo XIX.

Cesare Lombroso, considerado el padre de la criminología, postuló que ciertos individuos nacen con características físicas y anatómicas que los predisponen al crimen. Fue revolucionaria en su época. Sin embargo, la falta de evidencia empírica sólida ha llevado a una reconsideración de sus afirmaciones. Ferri, por su parte, amplió esta perspectiva, integrando factores sociales y económicos en su explicación. Para Ferri, la criminalidad era el resultado de condiciones sociales adversas más que de predisposiciones biológicas.

Kretschmer aportó a la discusión con su teoría de la constitución y su relación con la criminalidad profundizó en la conexión entre la salud física y el comportamiento delictivo. Sin embargo, la diversidad de constituciones y la falta de correlación consistente han llevado a cuestionamientos. Seelig exploró las conexiones entre la epilepsia y la criminalidad, destacando la importancia de considerar factores neurológicos en la comprensión de ciertos comportamientos delictivos, y Sheldon examinó la relación entre la morfología corporal y el comportamiento delictivo, intentando vincular la morfología física con las tendencias criminales, pero las críticas a la metodología y la falta de replicación han disminuido su impacto. Aunque estas teorías biológicas han sido criticadas por su falta de evidencia concluyente, han dejado una marca indeleble en la historia de la criminología.

El enfoque psicológico hacia la criminalidad ha sido ampliamente influenciado por figuras como Freud, quien propuso que factores inconscientes y conflictos emocionales pueden desencadenar comportamientos delictivos. La teoría de Freud sobre la criminalidad se basa en su famosa obra “El malestar en la cultura”, donde sugiere que los conflictos inconscientes pueden manifestarse como comportamientos delictivos. Aunque influyente, esta teoría ha sido criticada por su falta de evidencia empírica sólida y su naturaleza especulativa.

Bandura y Walters, por otro lado, presentaron la teoría del aprendizaje social, que destaca la importancia de la observación y la imitación en la adopción de comportamientos criminales. Estas perspectivas resaltan la complejidad de los factores psicológicos que pueden contribuir a la inclinación criminal. Este enfoque ha ganado aceptación al explicar cómo las interacciones sociales pueden contribuir al desarrollo de patrones delictivos.

La teoría de la selección racional examina cómo las decisiones individuales y la búsqueda de objetivos pueden llevar a comportamientos delictivos. Boesky y Laccasagne, en sus respectivas épocas, exploraron las motivaciones económicas detrás de ciertos crímenes. Esta teoría se basa en que los  individuos toman decisiones basadas en la maximización de beneficios y minimización de costos. Robert K. Merton introdujo la teoría de la anomia, destacando la desconexión entre metas culturales y medios socialmente aceptados para alcanzarlas. Así, ha resaltado la desconexión entre las metas culturalmente aceptadas y los medios disponibles para alcanzarlas, lo que puede llevar a la adopción de comportamientos delictivos. Sutherland y Cressey, por otro lado, centraron su atención en la delincuencia de cuello blanco y la teoría de la asociación diferencial, que trata sobre cómo las relaciones sociales y la exposición a normas delictivas pueden influir en la participación criminal.

Lemert y Chambliss contribuyeron a la comprensión de cómo las etiquetas sociales y las expectativas pueden influir en la formación de identidades criminales. Por último, la teoría marxista examina la criminalidad en el contexto de las estructuras sociales y económicas, argumentando que las desigualdades sistémicas pueden alimentar la delincuencia como una respuesta a la opresión.

En última instancia, la pregunta de si los criminales nacen o se hacen no tiene una respuesta simple. Las explicaciones biológicas, psicológicas y de selección racional ofrecen perspectivas diversas que resaltan la complejidad del fenómeno criminal. En cualquier caso, es crucial reconocer que la prevención y la intervención son esenciales. La implementación de programas que aborden factores de riesgo, tanto biológicos como sociales, puede desempeñar un papel crucial en la reducción de la criminalidad. La educación, la reforma del sistema de justicia penal y la atención a la salud mental son solo algunas de las áreas en las que se pueden implementar estrategias efectivas.

Al abordar la cuestión de la criminalidad desde múltiples perspectivas, podemos avanzar hacia estrategias más efectivas de prevención y tratamiento. A medida que la investigación y la sociedad evolucionan, es esencial mantener un diálogo abierto y continuo sobre este tema, reconociendo que la realidad de la criminalidad es tan diversa como la humanidad misma. Así que la respuesta es tan sencilla como que no hay respuesta. Existen muchos tipos de criminales, y sin duda, si realmente todos ellos nacieran así, y por tanto estuviesen desde su nacimiento determinados a cometer crímenes, todo el sistema penitenciario y el objetivo final de nuestro sistema, la reinserción, se derrumbaría como un castillo de naipes.

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